Y la culpa no era mía, ni cómo chutaba ni a quién cubría.
Son muchos, ciertamente, los que hacen el mal. Pero quizá somos más los que sencillamente nos cruzamos de brazos, indiferentes ante el sufrimiento de los demás. En efecto, el gran problema de nuestro tiempo no son solo las fuerzas negativas, sino la indiferencia de los buenos.