¿Invadirá la violencia también los hospitales?
«La primera libertad consiste en estar exento de crímenes»
(Agustín, In Io. 41, 9-10)
En una sección del portal del gobierno del Estado de Jalisco aparece la siguiente leyenda: «En Jalisco tienes derecho a la interrupción legal del embarazo de manera segura y gratuita». La batalla por la «legalización» del aborto parece haber llegado a un punto de inflexión en virtud de la determinación del Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Tercer Circuito que, en un fallo del 25 de abril, decidió por unanimidad revocar los artículos del Código Penal del Estado que prohíben el aborto. Ello en respuesta a un amparo interpuesto por una organización feminista que ha emprendido una cruzada en pro de la despenalización del aborto en las distintas entidades federativas. La decisión judicial actúa en la práctica como un intento de coaccionar al Congreso local, que, de atender a la sentencia, convertiría al Estado de Jalisco en el decimotercero del país en despenalizar el aborto. En septiembre de 2021 la Suprema Corte de Justicia de la Nación había declarado inconstitucional la prohibición del aborto. Dos años después, en septiembre de 2023 la SCJN despenalizó el aborto a nivel federal, obligando a las instituciones de salud públicas federales —IMSS e ISSSTE, Pemex— a ofrecer a sus pacientes de forma gratuita la así llamada “interrupción del embarazo”.
«La embriología, la fisiología y la genética ponen de manifiesto, sin lugar a dudas, que el desarrollo de un ser humano es un proceso continuo, gradual, progresivo, sin ninguna transformación radical observable, donde cada novedad hunde sus raíces en el momento inmediato anterior. Dicho proceso comienza a partir del momento de la fecundación en el cual se unen un óvulo y un espermatozoide, que son las células sexuales femenina y masculina, respectivamente. A partir de allí comienza a desarrollarse un programa totalmente ordenado, del que hoy conocemos hasta los más mínimos detalles». «Decir que el hombre o mujer que se desarrolla dentro del vientre materno no es un ser humano, ofende más a la seriedad de la ciencia que a la moral misma». La inflación de discursos —casi todos referidos a los mismos lugares comunes—, no tiene el poder de cambiar la realidad: el aborto provocado es la eliminación deliberada y directa, por cualquier medio, de un ser humano en la fase inicial de su existencia.
Una ola de autoritarismo tiene nuestra democracia bajo asedio, esto se puso de manifiesto durante el reciente proceso electoral en tantos sentidos atípico—, en el ataque continuo desde el poder a personas e instituciones, en la sumisión servil de los servidores públicos de casi todos los órdenes para asegurar su futuro político —por no mencionar los vínculos entre política y crimen organizado—, y también en la cada vez más frecuente legislación de la toga, es decir, la intromisión arbitraria e ideológica de magistrados y jueces en la tarea propia del poder legislativo: particularmente en lo que tiene que ver con aborto y cuestiones de género. Una democracia sana descansa en el respeto a la voluntad popular y la división de poderes, así como en el diálogo respetuoso y razonado en el que todas las voces son escuchadas y atendidas sus justas reivindicaciones. Puesto que la vida social se sostiene sobre el deber de solidaridad que existe entre unos y otros, renunciar a levantar la voz por aquellos que, privados de sus derechos fundamentales no pueden defenderse por sí mismos, supone no solo una forma terrible de complicidad, sino también ir en contra del fundamento que hace posible la existencia de una comunidad, y, en definitiva, renunciar a la expresión mínima de humanidad. En cumplimiento de este deber fundamental de caridad, justicia y solidaridad, queremos manifestar nuestra posición ante las cuestiones tan delicadas que se están planteando en torno nuestro:
1. Resulta, sin duda, dramática la situación de violencia que se vive en el mundo, que también en nuestro país ha alcanzado unos niveles difícilmente superables.
Pues bien, bajo el amparo de leyes injustas, hoy ya no solo en la vía pública pueden tener lugar formas terribles de violencia, sino que también nuestros hospitales podrían convertirse en escenario de la más terrible manifestación de crueldad: el asesinato de niños y niñas totalmente inocentes e indefensos. ¿En qué medida este desconocimiento de la más fundamental de las prerrogativas, el inalienable derecho a la vida, puede contribuir a erradicar la violencia que todos lamentamos? ¿De verdad alguien podría pensar que la propagación de esta práctica puede contribuir a la construcción de una sociedad más humana? ¿Podemos, sin convertirnos en cómplices, quedarnos callados ante la posibilidad de que sean asesinadas tantas personas? El día en que toleremos que en los hospitales se pueda asesinar a un bebé que se desarrolla en el vientre materno, ese día como sociedad habremos perdido nuestra alma.
2. Ciertamente hay que hacer todo lo que está en nuestras manos para erradicar toda forma de violencia contra la mujer, y también para reparar y restituir los daños causados.
¡Todo el peso de la ley contra aquel que cause daño a una mujer! Como sociedad estamos llamados a una profunda conversión en nuestra forma de pensar y de vivir: incitar la reflexión y luego desarrollar procesos pedagógicos para asegurar un ambiente en el que sus derechos sean plenamente reconocidos y respetados. En aquellos casos en los que alguna chica ha sido objeto de violencia o discriminación es necesario, como queda dicho, poner a su disposición las herramientas legales, psicológicas, económicas, sociales, espirituales, morales para la superación de la heridas causadas. Pero, ¿en qué cabeza cabe que la lucha a favor de la mujer pueda reducirse a asegurar la posibilidad de asesinar a un niño que se gesta en su vientre?, ¿cómo se puede promover sin escrúpulos el que terceras personas decidan por ellas, cuando atraviesan por un estado de shock, el que se asesine impunemente a sus hijos?
En los casos de violencia, específicamente cuando el hijo ha sido engendrado a causa de la violación, resulta para muchos difícil pensar en la posibilidad de que se obligue a una chica a criarlo y hacerse cargo de él: en efecto, nadie debería ser madre en tales circunstancias; sin embargo, el hecho es que la chica en cuestión ya es madre. Lo que sigue es decidir si es madre de un hijo vivo o de un hijo muerto. Sea como sea que haya tenido lugar la aparición de una persona en el vientre materno, el hecho de participar en una misma humanidad le hace merecedor del reconocimiento de los derechos básicos que corresponden a toda persona. Ante esta hipotética posibilidad quisiera preguntar, y esto como invitación a la libertad responsable: ¿el asesinato del niño o la niña repara el daño cometido?, ¿no se trata más bien de una nueva injusticia en contra de un indefenso?, ¿si se le permite nacer, no habrá forma de que otras personas se hagan cargo de él y, mediante este acto no solo pongan de manifiesto su solidaridad no solo con el bebé nacido a partir de aquel acontecimiento doloroso, sino también con la chica?
Como cristianos confesamos que toda la vida y enseñanza de Cristo es una respuesta a la cuestión del mal y del dolor. Muchas veces quisiéramos que Dios se manifestara con más fuerza, que derrotara el mal, y acabara con quien comete la injusticia. Dios que nos ha dado libertad, es el primero en respetarla. Al crearnos inteligentes, nos ha dado la confianza de que seríamos capaces de orientar bien nuestras elecciones. Lamentablemente, a veces endurecemos nuestro corazón y preferimos buscar la satisfacción inmediata de nuestras apetencias, pisoteando la dignidad y derechos de los demás. Esto constituye una llamada a que, como individuos y como sociedad, revisemos no solo nuestro comportamiento, sino aquellos criterios y opciones fundamentales en los que éste descansa. Al promover estilos de vida centrados unilateralmente en la satisfacción egoísta de las propias apetencias, ¿no estaremos contribuyendo a fomentar esos fenómenos terribles que luego lamentamos? ¿La lucha por el derecho y por la exclusión de toda forma de violencia, no debería partir del reconocimiento de la absoluta dignidad de todo ser humano y de la correcta jerarquía que existe entre los distintos derechos? Nuestra fe nos llama a comprometernos en la defensa de toda persona, y a compadecernos con quienes sufren, ofreciendo respuestas auténticamente reparadoras a las distintas situaciones de injusticia con que que nos enfrentamos. No solo por la fe, sino también por la experiencia, sabemos que el perdón y el amor pueden ser la clave en el proceso de sanción de las heridas que padecemos a causa de otros. ¿No cabría acaso la posibilidad de que una mujer, colmando de amor al hijo que ha surgido en circunstancias desdichadas, encuentre a través de él un camino para desarrollarse y alcanzar un grado de madurez todavía mayor?
3. A los médicos, ellos y ellas, a los enfermeros y enfermeras, y al personal sanitario en general, hemos de externar ante todo un profundo reconocimiento.
Conocemos su compromiso, valoramos enormemente sus cansancios y desvelos. Sabemos que desde hace tiempo están bajo el ataque continuo de una forma de ver la vida que pretende erigirse como la única cultura vigente, que canoniza lo coyuntural y provisorio y se olvida del bien común. El peligro para todos consiste en el advenimiento de una dictadura universal de una ideología en apariencia humanista, revestida de un aparato capaz de «excomulgar» socialmente todo tipo de disenso. Una especie de credo ya no solo anticristiano, sino incluso antipersonalista, asumido como dogma, aderezado de un duro castigo para todo el que se resista a él.
Se trata de la anticultural del descarte, relativista y materialista, que pretende contaminar el ejercicio de la medicina con una visión consumista, subjetivista y eminentemente politizada. El personal sanitario tiene, ciertamente, la difícil encomienda de resistir este embate mediante una conciencia capaz de percibir a la dignidad incondicional de toda persona, sean cuales sean sus circunstancias. Su contribución al bien común es indispensable, pero solo podrán ofrecerla a condición de que no se dejen someter al dominio de la cultura de la cancelación. No son los políticos los que deben dictar la ética del noble ejercicio de la profesión médica, sino una conciencia bien formada, que bebe de las fuentes no contaminadas de la tradición médica y del auténtico progreso humanista y humanizador. Ustedes se comprometieron un día a no dar ningún tipo de veneno, aunque se les solicitara: es un deber sagrado cumplir ese compromiso. Su noble servicio existe para acompañar y curar al enfermo, para erradicar la enfermedad y el sufrimiento. Si acceden a poner sus conocimientos al servicio del asesinato de seres humanos, no solo habrán traicionado a una larguísima lista de testigos del valor y dignidad de la medicina, que les han precedido, sino que contribuirían a la extensión de su noble profesión, desdibujando la línea que separa a la medicina de la veterinaria.
4. A los actores políticos les invitamos a sustraerse al dominio de posiciones contrarias al bien común real, a reconocer los límites no negociables que deben servir como punto de referencia en el servicio público.
Por favor, devuelvan a la actividad política un poco de dignidad. Su trabajo debe orientarse a la consecución del bien común, lo mismo que lo deben estar las leyes. Ciertamente hay entre leyes civiles y leves morales una legítima diferencia, que procede del fin al que unas y otras están encaminadas, lo cual no debe, de ninguna manera, traducirse en oposición entre el ámbito moral y el ámbito civil. El bien común es el conjunto de condiciones de la vida social que asegure el desarrollo humano integral: de todo el ser humano, varón y mujer, y de todos los seres humanos. Hay que resaltar, en esa línea, el aspecto pedagógico de las leyes: Las personas, sobre todo aquellas que están en fase formativa, aprenden lo que está bien o mal también a partir de lo permitido o prohibido en las leyes. De ahí el grave deber de los actores públicos de formar bien su conciencia y luego obedecerla coherentemente tanto en sus opciones privadas como en su actuación pública. Está en juego no solo su futuro político, ni solo la credibilidad de su gestión, sino sobre todo el servicio que pueden prestar a la edificación de una sociedad auténticamente humana. Les animamos y queremos colaborar con ustedes en la construcción de nuestro país; la condición es que antepongan el bien de todos a sus propios intereses, que se resistan a las presiones, vengan de donde vengan. Es el momento de hacer válida la independencia del Estado libre y soberano de Jalisco. La esencia de la democracia es que podamos elegir representantes que sean portavoces de la opinión de la mayoría, no posturas de partido o de ideologías coyunturales.
5. A las instituciones que trabajan por el reconocimiento y respeto de los derechos humanos en los distintos ámbitos: valoramos enormemente sus esfuerzos y preocupaciones.
Conocemos y valoramos a muchas personas, amigos y amigas queridísimos, que nos ponen ejemplo particularmente en la lucha por la defensa de la mujer, también de los menores, ellos y ellas. Entendemos su frustración y coraje ante la poca respuesta de autoridades e instituciones. No desistan en sus justas demandas. Les animamos de todo corazón a no ceder ante visiones unilaterales. Ningún asesinato es condición del reconocimiento de los derechos; sería una traición a sus luchas de toda la vida el que, en último término, sus esfuerzos se reduzcan a buscar lo que se ha dado en denominar aborto seguro, libre y gratuito. No es seguro, puesto que terminan dañados todos los que participan en él y un bebé asesinado; ni libre, porque solo recurre a abortar una persona que se ve presa de diversas formas de presión: nadie libremente querría asesinar a un niño pequeño; tampoco es gratuito el aborto. En definitiva, esta práctica no restituye la salud, ni la seguridad, ni hace justicia por la violencia sufrida a ninguna mujer; sino que por el contrario contribuye a generar nuevas formas de injusticia y a que se vea a las mujeres como mercancía, como algo —no alguien— que se puede usar, sin reflexionar en ningún momento sobre las consecuencias de las propias acciones.
Les animamos a realizar un sereno y sincero examen de conciencia para discernir qué hay detrás de las demandas y campañas en las que se encuentran actualmente comprometidos. No queremos que nos vean como enemigos suyos; al contrario, es seguramente más lo que nos une que lo que nos separa. Tampoco nos parece justo que califiquen a quien no piensa en todo como ustedes, como alguien que está en contra de los derechos humanos, o de los derechos de la mujer. Por supuesto que nos sumamos en la lucha por los auténticos derechos, tan es así que trabajamos por el primero y más fundamento de todos: el derecho de todo ser humano a la vida. La dignidad y, por tanto, los derechos humanos no dependen del color, ni del tamaño, el peso, las capacidades o circunstancias, sino únicamente del hecho de pertenecer a la especie humana, ¿verdad que en esto estamos todos de acuerdo?
Proponemos estas reflexiones como invitación a la libertad responsable de los distintos agentes comprometidos en la construcción de nuestra sociedad. Si en algo nos hemos equivocado en las ideas expuestas, estamos abiertos a que se nos haga ver el error y, si es el caso, a rectificar el planteamiento en cuestión. Solo pedimos que se nos escuche, que se analice lo que aquí planteamos, sin prejuicios, sin ceder a las presiones ni dejarse llevar de los criterios dominantes propuestos en los medios o impuestos por las organizaciones internacionales, que en algunos temas se han convertido en portavoces de intereses económicos o de grupos políticos particulares. Lo que está en juego es demasiado como para renunciar a la reflexión y al diálogo. No importa tanto la procedencia de nuestro planteamiento, o si nuestra posición se ve o no iluminada y sostenida por nuestra fe, sino el contenido mismo de la propuesta: ¿es sensata?, ¿contribuye esta a que seamos más conscientes, más libres, más humanos?, ¿tiene algo que ofrecer en el debate sobre un tema tan complejo?
Fuentes de consulta:
Página del estado de Jalisco: https://igualdad.jalisco.gob.mx/acciones/interrupcionlegalembarazo/
Aguilera, A., El amor a la vida.