
Dar vida en la enfermedad
Si queremos trabajar para una cultura de la vida, empecemos por sentirnos personas vivas o dar vida a la persona enferma a tu lado, pues no es solo lo útil de la persona lo que marca su dignidad y su tiempo en este mundo. En cualquier condición se puede aportar al amor, a la paz y al testimonio de vida y seguir siendo una persona valiosa al servicio de los demás.
Entrena tu mente y tu corazón para saber qué puedes hacer ante la enfermedad; así como puedes tomar un curso de defensa personal, puedes entrenarte para saber qué hacer en la enfermedad, no es precisamente que las circunstancias vayan a permitirte actuar tal como quisiéramos, pero es más fácil que cuando ocurra, reaccionemos según lo preparados que estemos física, mental y espiritualmente.
La persona vive su niñez recibiendo, su juventud dando y su vejez volviendo a recibir. Un ciclo natural que permite a los seres queridos recibir lo necesario y aprender a amar que es para lo que estamos hechos.
Si eres la persona enferma, permite con amor que te ayuden, facilita el proceso a los demás, se humilde y acepta tu condición vulnerable y débil y déjate de arrogancias o soberbia y de pensar que no necesitas de los demás y ayúdalos a ayudarte. Comparte tu vida, experiencias, da una sonrisa o una palabra de aliento a los que sufren al verte, enséñales a ofrecer tu dolor, a ser fuerte, a confiar en Dios y a seguir amando a la vida y a los demás.
Si eres quien está junto a la persona enferma, demuéstrale que su opinión sigue siendo valiosa, que lo que siente es importante, que estás para ella, que, aunque te canses, lo haces con amor. No la hagas sentir una carga: acaricia, besa, alegra, sirve, explica lo que pasa, también lo que sientes, cuídate lo más posible y dale parte de tu vida para que se sienta viva.